- ¿No puedes plantarle cara a las cosas? me pregunto.
- Puedo, pero prefiero no hacerlo. Siempre me entusiasmo por alguna cosa, pero no me dura más de veintitres segundos. Ése es mi límite. Nunca sé ni siquiera por qué me levanto por la mañana, dije yo.
- ¿Sabes lo que más me asusta?.
No debía saberlo porque no dije nada.
- Tu miedo, y el entusiasmo detrás de tu miedo, sentenció.
- Es curioso porque a mí es tu falta de miedo lo que más me asusta, vivir en la provisionalidad permanente, esa fue, es y será nuestra caduca historia de amor.


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